‘Cariño, los bares están reabriendo, vamos de bar en bar. Necesito algo de diversión.’ Tom había estado sobrio desde el Covid, asintió. ‘Entonces, exploremos.’ Ella se contoneó y se apresuró a su vestidor para regresar, casi desnuda, con un vestido tubo sin tirantes de satén rojo con una cintura elástica negra. El rostro de Tom se iluminó. Sus ojos tramaron una conspiración favorita. El juego había comenzado. Bajo un broche de cromo, se veían cordones rojos tensos en ganchos de cromo. Él quitó el broche y apretó los cordones. ‘Respira hondo’. Al límite de su comodidad, el dobladillo de su vestido subió hasta el borde de la indecencia. A la izquierda, estaba anudado justo debajo de su cadera, a la derecha caía por encima de su muslo medio, mostrando su cintura de avispa y sus piernas delgadas. Sonrojado de excitación, Tom notó que cuando cruzara las piernas, su pubis sin vello y sin igual se mostraría. ‘¿Experimentará mi provocadora múltiples fallos de vestuario esta noche?’ Ella posó, con los brazos en jarra, levantando con la mano derecha ese lado de su dobladillo por encima de los límites de la decencia. ‘Tal vez. Si a alguien le gusta mirar, yo muestro.’ ‘Yo miraré’. Ella acarició la entrepierna de Tom para confirmar su aprobación. ‘Tal vez, muchos chicos disfrutarán de mi apariencia.’ ‘Oh. ¿Cuántos?’ A él le encantaba que ella se exhibiera, luego, oralmente, la llevara al borde, y culminara ventando sus testículos cargados de semen en ella. Riz esperaba con ansias ser clavada al colchón. ‘Muchos, muchos.’ Así que, la provocación comenzó.
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El Covid había pasado, la vida nocturna de la Calle Caminante estaba reviviendo. Los bares reabiertos anunciaban, ‘Se buscan bailarinas’. El viejo bullicio había regresado. Una interpretación liberal de la regla de ‘no desnudez’ apoyaba este renacimiento. Las chicas bailaban en tangas transparentes con pegatinas sobre sus pezones, sin pezones y sin vello púbico a la vista. El twerking competitivo era el truco de moda para demostrar su juventud a sus maridos putativos. Estos expresaban su admiración, de cerca, en efectivo, insertando billetes de 50 o 100 pesos en las tangas, mientras acariciaban casualmente el objeto de su lujuria. Los días felices habían regresado.
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En Tiradores, donde Riz trabajaba en los Años Dorados de desnudez y descaro, dos de sus sobrinas de dieciocho años estaban en el escenario. Saludaron, luego se inclinaron sobre la barra para hacer twerking enérgicamente. Tangas adornadas con billetes confirmaban su atractivo revelador. Al final de su actuación, Tom compró bebidas para las damas y charlaron con Tita Riz, quien transmitió detalles relevantes a Tom. Después de un mes, cada una tenía varios pretendientes. ‘Estaremos comprando regalos de boda dentro de un año,’ dijo él. ‘La lascivia engendra lujuria, engendra amor, engendra matrimonio, engendra bebés.’ Rhenzie y Syrelle estaban emocionadas ante la perspectiva. Tenían favoritos, y cualquiera transformaría sus vidas. ‘Dame una foto para el álbum familiar,’ dijo Tom. ‘¿Dónde?’ Riz levantó sus pechos del top tubo y los dejó asentarse, mostrando sus pezones perforados. ‘Siéntate en ese taburete. Chicas, pónganse a cada lado.’ Tom tomó la foto; todos con los brazos entrelazados detrás de cada uno, Riz con su vestido levantado para exponer su sexo íntimo mientras las chicas, con la cabeza y los pechos en alto, sonreían descaradamente. La mamasan se acercó con pegatinas. ‘De verdad Riz, estos no son los viejos tiempos, ponte estas.’ ‘Oh, está bien. Estas son mis sobrinas. ¿Cómo les va?’ ‘Son buenas chicas, cumpliendo sus cuotas y obteniendo clientes repetidos.’ ‘Pronto se casarán,’ dijo Tom. ‘No las apresures.’ Dijo la Mama, ‘Deja que las chicas disfruten de cinco años de diversión antes de elegir a un chico.’ La Mama se alejó. Tom tomó otra foto. Los pechos llenos y maternales de Riz contrastaban con los pechos adolescentes desafiantes de la gravedad de sus sobrinas. ‘De verdad. ¿Ya cumplen sus cuotas?’ preguntó Riz. ‘Sí,’ dijo Syrelle, ‘Cada noche nos sacan del bar. Esta noche, elijo a ese chico de la camisa roja.’ Todos se inclinaron hacia adelante para mirarlo mientras él examinaba lascivamente a Syrelle. Riz se giró en su taburete, abriendo las piernas. Él se lamió los labios de manera performativa. Syrelle le saludó coquetamente, él le devolvió el saludo, agitando su mano llena de billetes. ‘Mira, sé que quiere sacarme del bar.’ Tom preguntó, ‘¿Quieren ustedes chicas cinco años de diversión como Tita Riz, o tener bebés?’ ‘Me gustaría casarme con un chico, justo como tú, mañana,’ dijo Rhenzie. ‘Envía estas fotos a tu favorito. Di, «Esta es la Tía Riz, tiene 43 años.» Él leerá, «Así me veré en 25 años después de haber amamantado a tus bebés. Las cosas solo pueden mejorar, no dudes. Mira el dinero en mi tanga, intereso a muchos chicos».’ Rhenzie se rió. ‘¿Cuándo se eligieron tú y Tita Riz?’ ‘En un encierro, ella estaba desnuda y muy, muy descarada; le di una propina de 40,000 pesos.’ ‘¡GUAU!’ Riz se rió. ‘Paga más, obtiene más,’ ‘Una chica de bar atrevida y descarada es un activo que se aprecia,’ afirmó Tom.